domingo, 15 de mayo de 2011

Educar despacio


Cada vez más gente aboga por un vida tranquila y sin prisas frente a la vida frenética y estresante a la que estamos acostumbrado en la actualidad. Para ello surge el movimiento “slow”, que un principio fue creado como alternativa a la comida rápida y que más tarde se extendió a otros ámbitos de la sociedad. Así pues, la educación no es menos, por lo que se han creado propuestas como el “slow school”, “slow parenting” o “slow education”, con el fin de respetar los diferentes ritmos de aprendizaje de todos y cada uno de los escolares.


En el enlace anterior se hace una breve pero interesante explicación de las características de este movimiento así como de la finalidad para la que fue creado. En mi caso, después de haberlo leído, comprendí la importancia de los cambios que se nos mencionan para que la enseñanza vaya a mejor y superemos este bache en el que nos encontramos metidos.

El artículo en general me parece de gran utilidad, pero no sólo para nosotros futuros maestros, si no para cualquier persona que tenga a su cargo la educación de un niño, porque te ayuda a comprender lo que hacemos mal y como debemos hacerlo para que el alumno se encuentre a gusto en su proceso de aprendizaje.

Desde mi punto de vista creo que Juan Domenech está totalmente en lo cierto. Actualmente se les exige mucho a los niños y en un periodo muy corto de tiempo, lo que afecta en los resultados pero, sobretodo, en la idea que el niño tiene sobre  la educación. Pienso que el cambio es necesario y que lo más importante debe ser que los alumnos comprendan lo que estudian y que ese conocimiento se quede bien afianzado en ellos. Requerimos, por tanto, una educación como la del modelo finlandés, en la que cada niño cuenta y es único, y se respeta el tiempo de aprendizaje de todos los alumnos.

Dentro de este movimiento “slow” aplicado a la educación, se pueden vislumbrar algunas ideas que, ya en su día, dijeron Wallon, Piaget y Vigotsky. Así por ejemplo, queda patente algunos aspectos del naturalismo de Rousseau como la importancia que se le concede al descubrimiento y a la curiosidad y el respeto que se ha de tener por la infancia. Además, se hace una gran apuesta por el juego sencillo, básico y desestructurado, algo considerado fundamental para Piaget. 






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